domingo, 18 de enero de 2009
Primera página
Si hay algo que nunca he aguantado de esta profesión del periodismo son ni el onanismo profesional ni el corporativismo fácil. Si se preguntan a cuanto de qué viene una afirmación de estas características la respuesta es sencilla. La brillante y original gala de de entrega de premios a los Alcalaínos del Año, que nos trasladó en el túnel del tiempo a una redacción de los años 40 me ha puesto sentimental. Probablemente fruto de ese sentimentalismo caigo en la contradicción del onanismo, ese defecto de la profesión que tanto detesto. Al fin y cabo la vida es contradicción pura. La cosa es que mientras veía a los intrépidos y sagaces reporteros de la puesta en escena, que a ritmo de Charlie Parker, John Coltrane y otros grandes del jazz, descubrían al público las fórmulas de una profesión adictiva, me vino a la mente una de esas frases que se aprenden en la Facultad de Periodismo y que guardan un poso de amargura pero que molan: “No le digas a mi madre que soy periodista, la ingenua se cree que soy pianista en un club de alterne”. Y es que los periodistas tenemos nuestro gineceo particular, aunque cada vez está más necesitado de reinventarse. El periodismo nostálgico y canallesco, con juergas interminables en ambigús o tugurios de mala muerte, entre whiskys y cazallas, timbas y coqueteos con aspirantes de provincias a pin-up en las revistas del destape para hacer bueno el dicho de que uno es periodista las 24 horas del día ya ha pasado a mejor vida. Hoy es todo más aséptico y a duras penas se levanta el culo del asiento de la redacción. El fin del periodismo escrito está cerca, aunque se resiste a desaparecer pese a la presión inevitable de Internet, ese “refugio de cobardes”, como lo definía un veterano periodista fajado en la redacción del diario Pueblo, verdadera escuela de toda una generación. Para este veterano ‘juntaletras’ Internet es un sudoku pero no por ello ha perdido ni un ápice de su olfato períodistico. Tal vez por ello echo de menos verle entrar en la redacción gruñendo y clamando: “Levantad vuestro trasero y salid a la calle, que la noticia no os va a llamar por teléfono”.
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