La Asamblea de Madrid vive casi en el anonimato desde su
creación. Salvo las salidas de tono de sus señorías, tamayazos y otras perlas que llegan hasta a los telediarios, la actividad del hemiciclo es casi
endogámica. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen, mientras la mayoría de los
madrileños ni siquiera sería capaz de situar la ubicación de este edificio que
el primer presidente autonómico, Joaquín Leguina, decidió llevar a Vallecas.
La
Cámara madrileña reinicia en febrero sus sesiones plenarias, que es al fin y
al cabo cuando sus señorías se hacen visibles. Y no será porque justifiquen sus
sueldos de parlamentarios agarrándose a la siempre excusa del proceloso mundo
de las reuniones en tal o cual comisión. Tras el inhábil mes de enero, los 129
diputados regresan a la tierra hostil en la que cada jueves se convierten los
plenos y donde la tensión recorre las bancadas.
Las últimas sesiones dejaron
claro que la bronca es compañera de legislatura. Entre insultos y pataleos basta recordar
a Tomás Gómez acusando a los “abuelos de los populares” de “robar a millones
de españoles la infancia”, a los
antidisturbios blindando la Asamblea o el desalojo de la tribuna de invitados. Aunque
para imagen prenavideña la del diputado socialista y exalcalde de Madrid, Juan Barranco, levantándose
de su asiento en la mesa de la Cámara para gritarle a la cara a Salvador Victoria,
portavoz del Ejecutivo regional que “estoy harto de fachas como tú” (Victoria
habían mentado al viejo profesor Tierno Galván, conviene aclarar). Sin duda,
este momento Barranco fue merecedor
de figurar en el Hall of Fame de las
movidas parlamentarias. Nada que ver con Pepi,
Luci, Bom y otras chicas del montón… pero momentazo al fin y al cabo.
Ahora se retoma la actividad
parlamentaria con más polémica. La mayoría del PP bloqueó en la Diputación
Permanente las peticiones de la oposición para celebrar plenos monográficos o
comisiones con carácter de urgencia sobre el euro por receta, la privatización
de hospitales o Telemadrid. En las cartas de la baraja popular lo que se
propone es reducir a la mitad la cifra de diputados. Vamos que entre unos y
otros lo que hay es un océano por medio. Así que mucho me temo que en cuanto
sus señorías vuelvan a verse las caras en el pleno de la Asamblea de Madrid el
célebre “¡joder, qué tropa”! que soltó el Conde de Romanones retumbará por Vallecas
y zonas aledañas.