jueves, 27 de diciembre de 2012

Año de Murphy


Lo que toca en fin de año es escribir de los doces meses que se van.  Si por mí fuera dejaría esta columna vacía, sin una sola letra. Pero este periodismo denostado hasta límites insospechados no para. A fin de cuentas somos presos de lo mismo que proclamaba Andrés Calamaro en El Cantante, cuando decía eso de que  “y nadie pregunta si sufro si lloro si tengo una pena que hiere muy hondo”.  Tenemos que actuar sí o sí (en nuestro caso escribir). Mientras ustedes ponen la música a este estribillo pienso en las incertidumbres que genera 2013. Asumimos que ya nada será lo que fue o que todo lo que sea hacer planes a semana vista es papel mojado. Hace un año las portadas de los periódicos advertían de que venían curvas en 2012, aunque algunos se aferraban a que con el cambio de Gobierno las cosas cambiarían. Era cuestión de confianza, decían... Pero los hechos demuestran que la ley de Murphy siempre se cumple: “Si algo es susceptible de empeorar, lo hará”. Y en eso estamos.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

'Des...mayados'



                                                                  
El fatídico 2012 está a punto de llegar a su final y no sé si nos arrastrará a todos al abismo apocalíptico. La profecía de los mayas tiene que ver mucho con la alineación de los planetas y si se cumple... que cada palo aguante su vela. Será sólo ya una cuestión de supervivencia pura y dura. Al menos me quedo más tranquilo al conocer la intensa campaña que ha efectuado la NASA para desmentir a los mayas. Lo que me intranquiliza de verdad son los convulsos días que vivimos y que ni la NASA ni el sursum corda sean capaces de encontrar una salida a este atolladero. No pasa un día sin que el amigo de toda la vida o la pyme de turno te dé un disgusto padre. El clima en la calle es demasiado tenso. En medio de este escenario los diálogos de besugos y francotiradores de trinchera se multiplican. La realidad es que nadie sabe cómo salir de este carajal y Mariano Rajoy sigue sentado con su puro y su Marca. Esperando a verlas venir y que las cosas cambien por sí solas. Será, claro, si los mayas no lo impiden.

domingo, 16 de diciembre de 2012

De la novela de evasión a la trilogía erótica de Grey - La pregunta: ¿Hay una revolución sexual en ciernes?



El sector femenino lleva una temporada revuelto. En un inesperado adelanto de la primavera a finales de año parece que las andanzas sexuales de Christian Grey y Anastasia Steel están removiendo las neuronas de las mujeres. No sólo parece estar en juego lo que muchas (y muchos) creían saber sobre sexo. La cosa va más a allá. Esta conclusión no es científica, pero el éxito literario del momento ofrece en sus numerosas páginas un poderoso estimulante para el eterno femenino. Claro, si siguen leyendo, no olviden que es la visión de un hombre. Que quede claro. Se basa en la observación y en la capacidad de poner el oído, casi sin quererlo, o de participar en tertulias improvisadas donde el asunto siempre es el mismo: Grey&Steel.

La trilogía erótica de las cincuenta sombras de la novelista E.L.James es motivo de conversación en todo tipo de ambientes. Es una escritora que ha sabido llegar al público femenino como pocas lo habían hecho. Sus detractores dice que es pornografía; los que reniegan de los best-sellers, que carece de calidad literaria; y los que ni fu ni fa se agarran a que es una moda pasajera. Mientras, la escritora se ha forrado. Como también se forran los que tienen los derechos de este invento con la venta de los juguetes oficiales del libro en plena campaña navideña.

Tan cierto es que esta trilogía erótica está de moda como que es uno de los fenómenos literarios que incitan a la lectura a muchas personas, la inmensa mayoría mujeres.  Nunca compartí el desprecio a los best-sellers (qué mala es la envidia...). Para empezar porque soy un habitual consumidor de estas historias. Y como en todo, los hay mejores y peores. Si tienen algo en común es la potente campaña de marketing que suele respaldarlos. Pero lo que me importa es que la historia atrape. Ni siquiera en este caso de las sombras, una vuelta de tuerca erótica del chico conoce a chica,  tengo intención de leer este catálogo de posturas sexuales. No vaya a ser que me excite... Casi que espero a la película. Me limito a comprobar sus efectos entre el público femenino, siempre respetable y admirado. La cuestión es que estas aventuras sexuales que ponen al límite las reglas de la física (con las experiencias de Grey&Steel) son lo más in en las listas de ventas. Nada nuevo por otra parte. Ya sucedió  cuando todo el mundo hablaba de los cátaros, los catones, la novela histórica o los crímenes rastreros que se esconden bajo la perfecta y aparentemente fría sociedad sueca.



Llegados a este punto permítanme que les cuente un episodio autobiográfico. Once upon a time hubo una década, a finales de los setenta y primeros ochenta, en la que  uno dio el salto a la juventud y al universo femenino a golpe de lecturas. Vamos, que pasé de las aventuras de Los Cinco, ese monumento sin parangón a la cursilada y al mundo tontuno al más estilo Flander, a leer por primera vez en un libro con escenas que describían, con abundantes detalles, tórridos encuentros sexuales en argumentos propios de un Estreno TV.  Era lo que se podrían denominar novelas de evasión, habituales en las librerías de nuestros padres gracias al Círculo de Lectores, como ahora lo pueden ser E.L. James, Stieg Larsson, John Grisham o Vázquez Montalbán, entre tantos.

Sobre las novelas de evasión, si me lo permiten, voy a recrearme un poco. Recuerdo a Shidney Sheldon y sus Lazos de Sangre, todo un libro de cabecera; Harold Robbins (Los sueños mueren primero); o Jennifer Wilde y esa historia de alto voltaje sexual  de una cándida muchacha en Nueva Orleans en la sociedad esclavista del siglo XVIII. La novela era Tierna Furia de Amor. Por cierto, como con Grey, también hay esposas...

                                                             Marvin Gaye -  Sexual Healing

Ahora, Las cincuenta sombras de Grey, liberadas y más oscuras vienen a ser el colofón de aquella literatura. Tan de evasión eran los títulos de entonces como los es una trilogía erótica que ha calado en la sociedad. El otro día en el Metro, uno de los lugares favoritos para medir el pulso de una urbe como Madrid, un grupo de jóvenes universitarias pasaron el trayecto desde Diego de León a Ciudad Universitaria debatiendo sobre el erotismo de la pareja de moda. Alguna hasta se tiró el pisto para provocar a sus amigas admitiendo haber experimentado en el proceloso mundo del látigo y las bolas eróticas. ¿Sería verdad?

Me contaron que la otra tarde en Embassy (suena pijo, eh!), en una merienda cargada de cruasanes, poleo menta y té (Earl Grey, supongo) una pandilla de señoronas bien cargadas de botox en el rostro y exhibiendo bolsos de Loewe recreaban sus particulares ensoñaciones en plan 'chic' al hilo de la trilogía de las sombras. Lo creo. Yo mismo lo comprobé en un Starbucks Coffee de la calle Orense el otro día. Claro, que el nivel era otro y la edad media también... Hasta en el mercado de Prosperidad, mientras hacía cola para comprar unos huesos, panceta y carne de morcillo para hacer un cocido, dos mujeres (díría que cerca de la cuarentena) se preguntaban "cómo sería hacerlo con esposas". Ambas confesaban que habían devorado los libros. Siento no poder decir si al final se decidieron o no a comprar las esposas, fetiche sexual de referencia de Las cincuenta sombras de Grey. Hasta el estallido de este éxito editorial se pensaba que las esposas sólo eran patrimonio de los maderos o de gente enganchada a juegos eróticos mal vistos por los bienpensantes. Ahora compruebo que no. Que cualquier ama de casa podría guardar unas esposas en la mesilla de noche...

La adictiva sumisión de la joven Anastasia a Christian es un fenómeno social en toda regla que va más allá de otros ejemplos. Sin ir muy lejos, podría compararse a las andanzas de Carrie Bradshaw y sus amigas en Sexo en Nueva York, que marcaron un antes y un después en muchas mujeres. Esta serie, imprescindible para cualquier hombre que quiera profundizar en el conocimiento de las mujeres, probablemente se quedó a las puertas de una revolución sexual liderada por el sector femenino. Hay escenas, incluida la de la famosa ducha del vecinito de Samantha que pone a cien a más de una, que pasarán a la historia de un tratado de relaciones sexuales en las sociedades avanzadas. Estoy convencido. Sin embargo, intuyo que la trilogía erótica de Grey ha ido más allá.

Tal vez, Sexo en NuevaYork se quedó a las puertas de la revolución sexual del siglo XXI. Presentaba un grupo de mujeres casi inalcanzable para cualquier hombre, en medio de una feria de las vanidades de la sociedad neoyorquina . Pero con Las cincuenta sombras de Grey esa revolución está servida en bandeja, a golpe de lectura íntima, cruce de opiniones y conversaciones calientes. Será que es más de andar por casa. Y es en todas las casas, las de barrio, pueblo, zona residencial o las que sean por donde vagan las sombras interiores de todo ser humano. ¿No me creen? Pregunten. Pregunten a sus amigas y, por supuesto, a su pareja. Le sorprenderá.

                                                         La Casa Azul -  La revolución sexual

viernes, 7 de diciembre de 2012

De cómo la TV es directamente proporcional a unas buenas copas de vino - El meollo de la cuestión: "Si es que no hay nada que ver en la tele..."




El tema de conversación surgió como siempre en estos casos. De manera espontánea. Fue durante una cena de amigos. Uno de ellos se puso a hablar de la televisión a las primeras de cambio y fue fácil tirar del hilo. A cierta edad, sobrepasados los cuarenta, y más bien cerca del medio siglo, uno ya tiene cierta cultura televisiva. Habíamos dado cuenta de los entrantes, bien regados por botellas de Santiago Ruiz -se me caen las lágrimas al rememorar en mi paladar ese albariño de Rias Baixas, por cierto- cuando uno de los comensales tiró de un tópico. "Si es que en la tele no hay nada que ver", se quejó lastimoso. Un mutismo invadió la mesa. Nos miramos y el silencio de la velada sólo era interrumpido por el ruido de los tenedores al chocar con el plato de revuelto de bacalao. A partir de ahí fue el tema de la noche.

Lejos de derivar en un diálogo de besugos, eso de que "no hay nada que ver en la tele" se convirtió en un objeto de deseo para cada comensal. Nos metimos en harina de manera directamente proporcional a las copas de vino. Todos los que estábamos en la mesa recordábamos con la misma frescura a Maria Luisa Seco ("musa de nuestra infancia en blanco y negro", así la recordó uno) como al salvado Jordi Évole. Para no ver la tele ya era una pequeña victoria de los que creemos que disfrutamos de la mejor televisión posible en muchas generaciones. Y que el futuro será mejor. No se trata sólo de que ahora existe la mayor oferta de canales de televisión en nuestro mando a distancia. Además, los más revival de la vida, y con brotes sentimentaloides, siempre pueden acudir a internet que allí encontrarán lo que busquen. Desde un sesudo debate de La Clave a la muerte de Chanquete, pasando por el Bla,Bla, Bla con Marisa Abad o ir de cultureta con butaca de salón para ver La vida es sueño en Estudio 1.

Lo que más me llama la atención ahora, unos días antes de que se cumpla la predicción de los mayas y el mundo se vaya al carajo el 21 de diciembre es la variedad de programas así como la calidad de producción y realización en la mayoría de ellos (por supuesto que hay de todo, como en la viña del señor, pero lo cutre lo obvio). Hablar de los realitys será motivo de otra entrada en este blog, pero nadie puede poner en duda que son productos televisivos muy bien presentados, parecen cajas de bombones de Ferrero Rocher. Ves uno, lo pruebas y te atrapa. Ya sea, digamos, ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Pesadilla en la cocina. Otra cosa es renegar de los Sálvame de turno, un programa que nadie reconoce ver, pero que ... Podrá gustar o no el morbo del cotilleo, la desfachatez e impostura de esos farsantes que venden su vida por unos minutos de fama o para vivir eternamente del cuento, pero nadie puede discutir que un programa como el que ha encumbrado a Jorge Javier Vázquez al olimpo catódico esté mal hecho. Es a eso a lo que voy. La capacidad de programas como éste para captar audiencias es innegable y como producto televisivo es impecable.


La cena llegó al tiramisú, postre que puso el colofón a la zampa. Con el dulce sabor en la boca llegó el momento estelar del tema de conversación: Las series de televisión. Nunca fue tan fácil como ahora ser un serieadicto. Hay que reconocer que ha habido temporadas con añadas inmejorables que han desembocado en nuestros días con series que superan a muchas de las películas que están en cartelera. Los Steven Bochco, David E. Kelley o David Lynch pueden ser nombres que no digan mucho, pero si los asociamos a Canción Triste de Hill Street, Ally McBeal o Twin Peaks nos salen decenas de horas sentados frente a la tele. Son solo algunos de ejemplos de tipos decisivos en las series de nuestra vida. Como David Shore (mente creadora del egocéntrico House), J.J. Abrams, superdotado al que debemos fenómenos televisivos como Lost (y esa impresionante Fringe) o Chuck Lorre, alquimista de ese monumento al frikismo que es The big bang Theory.

Parece que aunque "no haya nada que ver en la tele" (salvo los documentales de La 2, of course) la velada dio mucho de sí. Con la bodega de albariño agotada y varios Jameson con coca-cola en el cuerpo cada uno se volvió a su casa. No hubo derrotados ni vencedores. Tan sólo un convencimiento: nos queda mucho por ver en la tele.


Aviador Dro. La televisión es nutritiva. (La Edad de Oro. TVE / 1983)

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Emprender



Dicen que los periodos de crisis también son de oportunidades. Con el paro desbocado, en dígitos dramáticos y soeces, una salida está en emprender. Para muchos puede que sea pura cuestión de supervivencia; para otros, una forma de ser. Unos nacen con capacidad emprendedora y otros no. O aprendes a fuerza de reveses o te hundes. Ese parece ser el dilema que ronda por las cabezas de muchos españoles en estos tiempos convulsos. Sobre los emprendedores se refería hace unos días el expresidente de Colombia, Ernesto Samper. Participaba en un Congreso Iberoamericano de Periodismo, centrado en el emprendimiento. Contaba una anécdota de la que habría que tomar nota. Samper recordó a un cura colombiano que estudiaba en Salamanca y que se sufragaba su estancia dando clases de salsa.Nada es incompatible. Ni la fe con el movimiento de caderas. Ahora, que lo difícil para emprender no es sólo encontrar la pareja de baile. También falta la pista o lo que es lo mismo: ofrecer condiciones adecuadas para emprender.