miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Y ahora, qué?




España es un país que lleva recostado en el diván mucho tiempo. La novena huelga general de la democracia ha vuelto a poner de manifiesto la disfunción mental patria. En un país donde la envidia, la mentira  y el revanchismo están a la vuelta de la esquina no es de extrañar que la huelga del 14-N  reparta brotes de esquizofrenia. Puede que haya motivos –y los hay– para plantear una huelga, como los había hace unos años cuando crecía la cifra de parados y se negaba la crisis. Puede que haya motivos suficientes –y los hay– para rechazar que se privatice la sanidad, que quieran convertir el hospital de la Princesa en un geriátrico especializado o que impongan el euro por receta por razones “disuasorias”. Puede que haya motivos –y los hay– para expresar la rabia que sentimos porque una mujer se tire al vacío antes de  ser desahuciada. Puede que haya motivos –y los hay– por temer por nuestro futuro laboral. Pero, por favor, tras el 14-N y la ristra de tópicos de unos y otros respóndame a una cosa: ¿Y ahora, qué?

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