No podía
elegir peor momento el Papa Benedicto XVI para desmontar una creencia tan
arraigada por estos lares. Sus conclusiones sobre el portal de Belén son como
una pesadilla antes de Navidad. Ahora resulta que en el portal de Belén no hubo
ni mula, ni buey. Por no haber, ni estrella de Belén que guiase a los Reyes
Magos. Fue una supernova. Ahora Joseph Ratzinger llega a estas conclusiones en
un ejemplo más de su esfuerzo por aproximar fe y razón. Casi nada. Lo cuenta en
un libro que lleva camino de convertirse en bestseller,
que para eso estamos en una de las épocas más productivas para las editoriales.
Sólo le falta compartir entrevistas de promoción con los Lorenzo Silva, Arturo Pérez
Reverte y Ken Follet de turno, que estos días están hasta en la sopa. La cuestión es que después
de tantos años es difícil imaginarse un belén sin mula y sin buey en un país
tan contradictorio como España, donde hasta los agnósticos montan sus belenes por
Navidad y se toman el día libre en el día de la Inmaculada Concepción. En este rincón tan católico del sur de Europa cada vez incorporamos
más a nuestras vidas costumbres anglosajonas. Allí no tienen belén, le basta
con el árbol de Navidad. Lo que sí tienen es esa pesadilla antes de Navidad a
la que antes aludía, más conocida como Halloween. De las dichosas calabazas que
tanto dan la matraca ya no se libra aquí ni mi
comunidad de vecinos. Ya sólo falta que también adoptemos esa tradición tan
norteamericana de celebrar en familia el día de Acción de Gracias alrededor de
un pavo (aunque si me lo permiten me quedo con un capón de Vilalba). Lo
siguiente será lanzarse de cabeza a las rebajas del Black Friday para encontrar esos chollos que los comercios
norteamericanos ofrecen sólo durante 24 horas el viernes posterior al día de Acción de Gracias. Ya verán como en
España no tardamos en seguir los pasos de Estados Unidos. Aquí nos vale todo
para armar el belén, con buey o sin él.
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