viernes, 14 de octubre de 2011

El gregario Gallardón



Oculto bajo un casco con visera negra, Alberto Ruiz Gallardón se hizo famoso por inspeccionar la ciudad de Madrid de incógnito, desplazándose de un lugar a otro en moto. Era una práctica que ya hacía como presidente de la Comunidad de Madrid. Aparecía raudo y veloz, en horarios intempestivos por cualquier carretera o rotonda para verificar su estado y tirar de las orejas o, en su caso, felicitar a los responsables. Muchos dijeron haberle visto, pero poco lo pudieron corroborar. Puede que haya más de leyenda urbana que de realidad en esta práctica gallardoniana, que con el paso de los años acrecenta el mito del aún alcalde. Tan de incógnito como cuando inspeccionaba la ciudad oculto bajo el casco, ha llegado al puesto número 4 de la lista electoral del PP por Madrid. Atrás queda el ya famoso rifirrafe de enero de 2008, con ascensor incluido, cuando admitió que había sido derrotado. Cuentan las crónicas que Gallardón hasta se planteó dejar la política. Desde entonces no ha abierto la boca, ha hecho partido y se ha posicionado, silencioso y con su casco, al lado de Rajoy. Pero, mira por dónde, ahora está más cerca que nunca de alcanzar su sueño: ser ministro. Si se cumplen las previsiones que anticipan los diferentes sondeos el PP ganará las elecciones el 22-N y Rajoy será el encargado de confeccionar el nuevo gobierno. Y la videncia política sitúa a Gallardón, que de todas todas también sera diputado, en una de las carteras ministeriales, probablemente en una de las de más peso. Rajoy no dice ni mu, fiel a su carácter prudente, y el propio Gallardón tira del manual de lo políticamente correcto para soltar frases como “mi compromiso en política es trabajar por Madrid y por España”. Pero a Gallardón le resulta tan difícil contener su satisfacción como al propio Rajoy controlar la euforia de los suyos ante el hipotético cambio de gobierno tras el 20-N. Rajoy es tan famoso por sus silencios como con su paciencia infinita, pero también tiene muy claro a quién quiere a su lado. Así ha resuelto las crisis internas en Madrid y en Valencia, donde ha evitado tomar medidas bruscas y se ha aliado con el tiempo para solucionar las disputas con la espera como método. Será que Rajoy, al que le gusta tanto el ciclismo, emula a Indurain y como el ciclista navarro prefiere no mostrar gestos de preocupación a sus adversarios ante una escapada peligrosa. Indurain cazaba a los adversarios de pronto, imponiendo un ritmo imposible para las piernas de sus compañeros en la cabeza del pelotón, pero nunca saltaba a lo loco con un potente golpe de pedal. Claro, que Indurain se llevó la gloria cinco veces en el Tour de Francia y Rajoy, por ahora, no ha ganado nunca como candidato unas elecciones generales. Ahora, entre sus gregarios de confianza cuenta con Gallardón, que con casco negro y sin él, trabajará para el líder porque como dijo en su momento “el que sabe de ciclismo es Mariano Rajoy, los demás estamos en el pelotón”.

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