Oculto bajo un casco con visera negra, Alberto Ruiz Gallardón se hizo famoso
por inspeccionar la ciudad de Madrid de incógnito, desplazándose de un lugar a otro en
moto. Era una práctica que ya hacía como presidente de la Comunidad de Madrid.
Aparecía raudo y veloz, en horarios intempestivos por cualquier carretera o
rotonda para verificar su estado y tirar de las orejas o, en su caso, felicitar
a los responsables. Muchos dijeron haberle visto, pero poco lo pudieron
corroborar. Puede que haya más de leyenda urbana que de realidad en esta
práctica gallardoniana, que con el paso de los años acrecenta el mito del aún
alcalde. Tan de incógnito como cuando inspeccionaba la ciudad oculto bajo el
casco, ha llegado al puesto número 4 de la lista electoral del PP por Madrid.
Atrás queda el ya famoso rifirrafe de enero de 2008, con ascensor
incluido, cuando admitió que había sido derrotado. Cuentan las crónicas que
Gallardón hasta se planteó dejar la política. Desde entonces no ha abierto la
boca, ha hecho partido y se ha posicionado, silencioso y con su casco, al lado
de Rajoy. Pero, mira por dónde, ahora está más cerca que nunca de alcanzar su
sueño: ser ministro. Si se cumplen las previsiones que anticipan los diferentes
sondeos el PP ganará las elecciones el 22-N y Rajoy será el encargado de
confeccionar el nuevo gobierno. Y la videncia política sitúa a Gallardón, que de
todas todas también sera diputado, en una de las carteras ministeriales,
probablemente en una de las de más peso. Rajoy no dice ni mu, fiel a su carácter
prudente, y el propio Gallardón tira del manual de lo políticamente correcto
para soltar frases como “mi compromiso en política es trabajar por Madrid y por
España”. Pero a Gallardón le resulta tan difícil contener su satisfacción como
al propio Rajoy controlar la euforia de los suyos ante el hipotético cambio de
gobierno tras el 20-N. Rajoy es tan famoso por sus silencios como con su
paciencia infinita, pero también tiene muy claro a quién quiere a su lado. Así
ha resuelto las crisis internas en Madrid y en Valencia, donde ha evitado tomar
medidas bruscas y se ha aliado con el tiempo para solucionar las disputas con la
espera como método. Será que Rajoy, al que le gusta tanto el ciclismo, emula a
Indurain y como el ciclista navarro prefiere no mostrar gestos de
preocupación a sus adversarios ante una escapada peligrosa. Indurain cazaba a
los adversarios de pronto, imponiendo un ritmo imposible para las piernas de sus
compañeros en la cabeza del pelotón, pero nunca saltaba a lo loco con un potente
golpe de pedal. Claro, que Indurain se llevó la gloria cinco veces en el Tour de
Francia y Rajoy, por ahora, no ha ganado nunca como candidato unas elecciones
generales. Ahora, entre sus gregarios de confianza cuenta con Gallardón, que con
casco negro y sin él, trabajará para el líder porque como dijo en su momento “el
que sabe de ciclismo es Mariano Rajoy, los demás estamos en el pelotón”.
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