lunes, 3 de octubre de 2011

Candidato&vicepresidente





Sostienen algunos tertulianos que a Alfredo Pérez Rubalcaba no le importa colocarse en el peor de los escenarios posibles para estimular a sus votantes. Suena un poco a teoría conspirativa pero ya que parte con las encuestas cuesta arriba, todo lo que  sea perder por la mínima sería un buen resultado. Lo que queda de la Conferencia Política del PSOE son más sombras que luces. Sorprende que Rubalcaba se haya instalado en los tiempos mejores del pasado, casi nostálgicos, para mirar al futuro. Sorprende que el candidato socialista a la presidencia del Gobierno se desmarque de las políticas de José Luis Rodríguez Zapatero pero luego se haga la foto con él. Sorprende que recurra a Felipe González como estrella de la conferencia para insuflar ánimo a sus simpatizantes y militantes. Sorprende que defina estas elecciones como “una encrucijada con una trascendencia tan enorme como las de 1977”, en las que el desconocido Felipe González logró el peor resultado electoral del PSOE desde la llegada de la democracia. Y sorprende, que Rubalcaba proclame que “no me voy a dejar ganar”. Todo esto suena a arenga frente a la desesperación, ante unas encuestas en las que el PSOE no remonta. Tras unas primarias que no lo han sido, por mucho que se defiendan desde Ferraz, la solución del PSOE ha sido recurrir al banquillo. La socialdemocracia está en crisis en España, sin referentes. Rubalcaba no es como ese Tony Blair que en 1994 empezó a modernizar el Partido Laborista, que a través de la tercera vía abrió la formación hacia las clases medias. Blair tuvo que esperar tres años para acabar con casi veinte años de conservadurismo en Gran Bretaña. Casi igual que Zapatero, tras hacerse con las riendas del partido y apostar por el modelo Blair. Hoy  España está sumida en una profunda crisis, con el zapaterismo agotado, con un candidato que ha acompañado a ZP desde el primer día y que en sus listas electorales opta por los de siempre porque no hay banquillo. Chaves, Barreda, Guerra son algunos de sus fichajes, mientras que otros saltan del barco como Elena Salgado, Carmen Calvo, Miguel Sebastián o Ángel Gabilondo. La diferencia entre el éxito y el fracaso de Rubalcaba el 20N en las urnas estará en la manera de gestionar su propio currículum, desmarcarse de la herencia envenenada de Zapatero y esperar a que la apelación, casi a la desesperada, al voto útil dé resultado. Rubalcaba no es un joven socialista, casi desconocido, que contagie la misma ilusión que Blair, González o Zapatero en su momento. El partido está desgastado por la tarea de gobierno y los bandazos continuos de ZP a la hora de afrontar la crisis. Rubalcaba no es un valor emergente en el socialismo español, puede que una pieza básica, que ya quisiera tener el PP entre sus filas. Pero dudo que pueda ganar las elecciones cargando contra los ricos o metiendo mano al alcohol y el tabaco para financiar la sanidad. Hace falta algo más. Rubalcaba ya ha avisado que va a luchar hasta el final, aunque tendrá difícil convencer a los españoles de que no tiene nada que ver con el Gobierno de Zapatero. Por eso el mayor enemigo del candidato Rubalcaba es el vicepresidente Rubalcaba. Una difícil bipolaridad.

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