viernes, 29 de abril de 2011

Duelistas: Mourinho & Guardiola

El mundo está dividido en dos. No hay duda. En líneas generales también se puede establecer una división que tiene que ver más con la pasión que con la razón. Aquí es donde se puede enmarcar a los aficionados al fútbol y los que no. El deporte rey tiene la virtud de ser un fenómeno de masas que lleva a los hooligans a malinterpretar el consejo que hace unos días daba Ana María Matute y que se resume en que “el que no inventa no vive”. Aquí es donde chocan y liberan toda su energía los estilos contrapuestos que representan los dos grandes del fútbol español, el Real Madrid y el Barcelona. En el equipo merengue el que inventa es José Mourinho, un tipo que abraza la farsa, la provocación y el disparate con la misma eficacia que planta a sus jugadores en el campo con una disciplina pretoriana. Los títulos le avalan. Eso es incuestionable, pero desde que llegó el pasado verano a Madrid ha conseguido que sus ruedas de prensa se conviertan en puro teatro del absurdo. En su corte es el rey, y todo el mundo le ríe las gracias y asume ‘su verdad’. Alguien dijo, no sé quien exactamente, que de las cosas que no son importantes el fútbol es lo más importante. Pero con Mourinho y sus diatribas ácidas hacia Can Barça ha conseguido que lo verdaderamente importante entre el Real Madrid y el Barcelona, que es el juego, pase a un segundo plano. A Guardiola, que también inventa, los títulos le avalan. Pese a su aire de gurú iluminado y cierto aroma de falsa modestia, lo suyo no es la escena, sino el césped. Responde más al estereotipo de futbolero que responde con frases hechas como “el partido dura noventa minutos” o que “gol es gol”. Antes del tercer episodio del clásico, la semana pasada, estalló, y también se subió al escenario. Esta vez no fue para decir que “el fútbol es así”, sino para soltar que Mourinho “es el puto amo... en la sala de prensa”. Y tras el resultado del partido del miércoles, el clásico tiene más caché que la boda Real entre el príncipe William y Kate Middelton. Aunque el invento de la monarquía sigue en buena forma en el Reino Unido, el clásico esconde más morbo que un enlace tan soso. Lo que da lubricante al debate nacional es el cotilleo. Mourinho y Guardiola representan esa dualidad que tanto nos gusta en un país que es paraíso de la envidia. Son como esos oficiales de Napoleón que se baten por honor durante años y que llevó al cine Ridley Scott en Los Duelistas. En este duelo vital uno de ellos suelta que “los enemigos de la razón tienen la mirada turbia, no ven más allá de sus narices”. La frase le viene al pelo a Mourinho.

martes, 26 de abril de 2011

Un whisky con JFK

Hubo tiempos mejores para la lírica. Fueron épocas en las que las bandas sonoras de nuestras vidas se correspondían con las escenas del imaginario personal de cada uno. Imagen y sonido formaban parte del mismo fotograma, como el tiempo y el espacio en una coordenada. Entonces tuve la oportunidad de viajar a Nueva York y encontrar las rimas adecuadas en un mar de palabras. Recuerdo cómo fue el primer paseo por la Quinta Avenida o Central Park y lo que sentí al entrar en el Madison Square Garden para ver a los Knicks. Una tarde una canción de Lou Reed me llevó a Coney Island, donde me sentí por instantes como un neoyorquino más en su lugar favorito de ocio, gritando despavorido en esa montaña rusa llamada The Cyclone. Por la noche, entré en un bar a echar un trago y se confirmó eso de que Nueva York es la ciudad que nunca duerme. Unos días después tuve la oportunidad de conocer Martha's Vineyard, una isla en la costa este que es uno de los lugares de veraneo más exclusivos de los norteamericanos, y no lo dudé. Llegué a Aquinnah cargado de lirismo, sin temor a las borrascas y convencido de que un mundo mejor es posible. Deambulé por sus playas y sus famosos acantilados. Cuando almorzaba en el puerto hasta conocí a John F. Kennedy. Entablamos conversación de manera casual y al poco rato estábamos en su casa hablando como dos amigos de toda la vida. Un Jameson tras otro hicieron la tertulia más fluida. El tipo, que bebía el whisky con hielo, no podía comprender que alguien lo mezclara con Coca-Cola. Pero daba igual. Mientras bebíamos en la terraza de su casoplón con vistas al mar y Miles Davis sonaba de fondo en un viejo tocadiscos, el hombre derivaba una y otra vez la conversación a las cosas que verdaderamente importan en la vida y los instantes que uno jamás olvida. Todo era perfecto hasta que en un descuido pude ver los agujeros que le dejaron los disparos de Lee Harvey Oswald. Charlamos un rato más hasta que apuró un último trago y desapareció. Pregunté a los vecinos si habían visto a JFK y me miraron atónitos, como si estuviera loco. “¿Usted cree que alguien al que mataron en Dallas en 1963 iba a estar aquí?", ironizó uno. Salí de Martha's Vineyard desorientado. Allí se acabó la lírica y desde entonces dudo que sea posible un mundo mejor.

viernes, 15 de abril de 2011

Ateos

Esta noche pude hablar con la almohada. No es una almohada de última generación, ni viscoelástica ni esas de látex en las que apoyas la cabeza y te entra el sueño a las primeras de cambio sin recurrir a un orfidal. Es una almohada de espuma normal y corriente, que además de sujetarme la cabeza mientras ronco también permite los desahogos. A la espera de que llegue el día de conversar con Dios y saldar unas cuentas pendientes, lo más a mano que tengo para acercarme a él es la almohada. Y sobre ella me he imaginado los pasos de la Cofradía del Ateo a ritmo de batucada que pretendía procesionar por Madrid el Jueves Santo. La Delegación del Gobierno ha prohibido un procesión que, se mire por donde se mire, es tan inoportuna como provocadora. Los ateos, como la generación ni-ni, los internautas, la asociación nacional de la vaca frisona o quien sea están en su derecho a salir a la calle a pedir lo que le plazca. Probablemente razones no les faltan a los convocantes porque España, como recoge la Constitución, es un país aconfesional –que no ateo–, y los desmanes de la Iglesia a lo largo de la historia, con una curia que propaga un Dios siniestro desde el Concilio de Trento, no ayudan mucho. Pero la Iglesia católica no es sólo religión, también es cultura. Por eso es sano ver más allá de las salidas de tiesto de Rouco y compañía, que dejan en un segundo plano la impagable tarea que religiosos y misioneros ejercen en el tercer mundo o al doblar la esquina. Los convocantes de esta procesión atea también se olvidan del pequeño detalle de que aunque cada vez hay menos clientes en las iglesias, la mayoría de los españoles siguen siendo católicos. La cita con la imaginería atea es inoportuna por la fecha que habían escogido, Jueves Santo, y porque una procesión así choca con una tradición que se vive en todos los rincones del país, aunque se mezclan la fe y el espectáculo sin el menor rubor. Y es una provocación por la denominación de procesión atea, aunque a estas alturas nada extraña. Basta con recordar que hace unas semanas en Castilla-La Mancha se llegó a plantear, con marcha atrás incluida, el cambio de las vacaciones escolares de Semana Santa de toda la vida por una denominación tan eufemística como Descanso entre el segundo y el tercer trimestre. Rechazo de plano el anticlericalismo porque sería capaz de quemar la biblia, el mejor bestseller de todos los tiempos, igual que la Inquisición chamuscaba hombres en autos de fe y libros en hogueras. Por eso, antes de cerrar lo ojos llegué a una conclusión: la procesión va por dentro para ateos o católicos.

viernes, 8 de abril de 2011

‘Chicken class’

El despiporre nacional no tiene límites. Si los eurodiputados, los del mundo bambi y los otros, se justifican por aferrarse a los vuelos en primera clase y no viajar en chicken class como casi todos los mortales, es lógico que los españolitos de a pie sigamos viendo a los políticos como uno de los mayores problemas del país. La cuerda ha llegado a su límite y empieza a romperse porque la fiesta se acabó hace mucho, aunque algunos siguen soplando el matasuegras. Sin embargo, sus euroseñorías se aseguran volar en primera clase, que les hagan la pelota los aeromozos y que no les toquen el sueldo mientras en un país de mileuristas y con los cinco millones de parados en el horizonte lo que se receta es moderación salarial. ¡Toma ya! Lo de volar en primera es una aspiración humana, que entiendo perfectamente. Pero si es grave que los diputados del PP y el PSOE voten juntos para que les pague el vuelo en primera clase, es aún peor la excusa a destiempo y las justificaciones insostenibles de los partidos. Se quedan tan panchos al achacarlo a un error. ¡Albricias! Vamos, que si esto no llega a tener repercusión mediática sus euroseñorías habrían seguido gozando de privilegios como su kit de aseo personal y la gastronomía de nouvelle cuisine. Si me apuran, se me ocurre pensar que también podrían pedir un spa a bordo y una sesión de aromaterapia o shiatsu en la sala de espera para superar el miedo a volar... en business, claro. Esto es lo que lo que tiene vivir en un país que ha hecho del “¡bah, si no pasa nada” un modo de vida , donde se construyen aeropuertos sin aviones, autopistas sin coches y palacios de congresos en los confines de cada provincia. Así pasan cosas tan curiosas como que por las pistas del aeropuerto de Castellón haya gente paseando por sus pistas en vez de aviones aterrizando y despegando. Castellón, Lérida, Huesca, Ciudad Real y tantos otros aeropuertos que hay en España demuestran que lo que se esconde detrás de la construcción de estas infraestructuras son intereses que poco o nada tienen que ver con los turistas de la chicken class. La llamada del dinero rápido, con la connivencia política es un maridaje explosivo que, por desgracia, terminan pagando todos los ciudadanos. Lo malo es que por el camino hay unos cuantos que se han llenado los bolsillos y alcaldes que se han quedado con las ganas de cobrar una peajá por cada avión que sobrevuele el municipio cercano al aeródromo de turno. Pero sus euroseñorías sólo aterrizarían en estos aeropuertos si hay spa, claro.

lunes, 4 de abril de 2011

Coches

Los publicistas lo van a tener difícil. Los tiempos están cambiando tan rápido que lo que hasta hace poco nos vendían como verdades universales, hoy ya no lo son. Claro que ellos, mejor que nadie, son los que tienen una mayor capacidad para reinventarse. Hoy que la cosa va de coches, tráfico y humos nada como acordarse de algunos anuncios para comprobar que la vida es pura contradicción. Hasta hace poco todos queríamos ser cowboys, como ése que cabalgaba con decenas de cabezas de ganado y luego se encendía un pitillo invitando al consumidor a entrar en un mundo de sabores. Ahora, como te enciendas un pitillo en un lugar prohibido te puede caer la mundial, entre las miradas de reproche de desconocidos o el multazo de rigor de las mismas autoridades que permiten la venta de un producto que produce cáncer y mata. Ya ven, hasta hace poco los anuncios de las marcas de tabaco machacaban nuestras mentes para que fumáramos porque era poco menos que indispensable para los tíos hechos y derechos o las mujeres liberadas, sensuales y todo ese rollo. Ahora ya (casi) nadie se acuerda. Y con los coches pasa lo mismo. Hasta hace poco si no tenías un coche no eras libre ni independiente y ahora lo que se lleva es el vehículo sostenible, la bici y el transporte público. Incluso la Comisión Europa no quiere que el coche convencional, el de gasolina y diésel, circule en 2050 por las ciudades. Lo curioso es que hasta menos de un telediario los coches de gasóleo eran el futuro, se incentivaba la compra de vehículos nuevos mediante el Plan Renove y se lanzaban mensajes consumistas para que la factoría de tal o cual marca no se fuera al garete o a un país emergente donde la mano de obra está tirada. A este desvaríe se apunta el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. Después de gastarse un Potosí en enterrar la M-30 ahora recupera su intención de que sólo circulen por el centro de la ciudad los coches de los residentes. Supongo que también habrá tenido en cuenta la boyante industria de la multa... Con este panorama igual hago como ese niño de cuatro años del anuncio de televisión que se entretenía abriendo y cerrando las puertas del coche que se acababa de comprar y que no podría usar hasta la mayoría de edad. Actuar por instinto es la única salida porque no ya no sé ni cuando podremos arrancar.