viernes, 18 de junio de 2010

Fierabrás


La celebración del solsticio de verano es tan antiguo como la manía de la humanidad de tratar de convertir los deseos en realidad. Pero el solsticio tiene razón de ser, se puede demostrar científicamente, mientras que la multiplicación de los panes y los peces es un milagro. Una vez más, fe y razón frente a frente. Pero no se asusten, no voy a suscitar debates teológicos profundos, simplemente me llama la atención la facilidad con la que todo quisqui es capaz de decir “vamos a ganar”. Algo así sucede con el Mundial de fútbol de Sudáfrica donde cualquiera es capaz de hacer un pronóstico con la misma efectividad que un charlatán vende el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura a cualquier incauto despistado y dejarse unos eurillos en una apuesta. La cosa es que estos días, a cuenta de los partidos de ese invento progresista llamado La Roja, aquí hasta el apuntador es capaz de hacer un pronóstico, con goleadores y todo, y apostar. Este festín futbolero de Sudáfrica es un todo a cien para los ludópatas de las ilusiones, un banquete para los videntes aficionados. Aquí, la euforia se desata sin razón alguna porque sacamos el budista que llevamos dentro, con esa soflama espiritual que proclama que si hacemos buenas cosas, recibiremos cosas buenas. Todo paz, amor y buen rollito hasta que llega el frenesí de la primera en la frente y nos quejamos del dichoso estruendo de la vuvuleza y el caprichoso bote del balón Jabulani, lo que nos lleva al paisaje común de los españoles: la envidia. Al menos, estas dos palabras junto al innombrable volcán islandés (Eyjafjallajökull) forman parte ya de nuestro vocabulario sin necesidad de ir a clase. Con el volcán y el balón poco puedo hacer, pero para aguantar el dichoso ruido de ese instrumento el mejor remedio es ponerme un tapón en los oídos o bajar el volumen de la televisión. Los tapones son ese bálsamo de Fierabrás, con el que alguno seguro que está haciendo su agosto en Sudáfrica, de la misma manera que las casas de apuestas están haciendo el suyo a costa de un negocio que campa a sus anchas en este país. Como casi todo.

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