lunes, 28 de junio de 2010

¿Un político para ti?

Un niño llegó el otro día al Palacio de la Zarzuela con un peculiar cabezón bajo el brazo. El cabezón en cuestión parecía un personaje de Los Simpson, con sus peculiares ojos saltones y la estética de los corrosivos personajes de Matt Groening , pero bien coronado y con cierto parecido al monarca. Era una especie de rey de Springfield, el soberano de la ciudad del incorregible Burt Simpson y su disfuncional familia. En realidad, la visita oficial a la Zarzuela no era tal. Se trataba de un muñeco creado por uno de los niños ganadores de Qué es un Rey para ti, concurso que sirve para acercar la figura del monarca a los escolares. La inocencia y espontaneidad de los niños en la recepción fue tan real, como la corona del Rey. Ni el monarca ni los niños que le convierten con su ingenio en maquinista del tren de la democracia o en capitán de La Roja que vence a la Adversidad FC fingen esa química que tanto se echa en falta en nuestro país. Son así. No les hace falta adoptar posturas demagógicas y negacionistas. Expresar lo que piensan es el mejor síntoma de buena salud. Ese niño de 8 años que se presenta en palacio, es capaz de decir ante los atónitos cortesanos, siempre dispuestos a la genuflexión, las verdades al rey. “Le veo como alguien simpático, alegre, divertido y un poco trasto, igual que Bart Simpson”, afirma el chaval. Así, tan directo, tan campante y tan sincero. Y cómo él todos los que charlaron con Don Juan Carlos. Seguro que el monarca, en el reino de los niños, se encontró más feliz que en otros más terrenales. En un país que se declara más juancarlista que monárquico no es fácil. Igual después de la refundación de Izquierda Unida está más cerca el día en que ya no haya que convocar un Qué es un Rey para ti. Sinceramente, espero que no sea así y que haya rey para rato. Entre otras cosas porque no quedaría otro remedio que sacarse de la manga un concurso parecido. ¿Se imaginan si llevara otro título? Digamos... ¿Qué es un político para ti? Ahí si que habría abundancia de excusas bartianas del tipo “yo no sé nada, no es culpa mía, es la primera vez que vengo”. Una manera de decir que la imagen de los políticos de este país quedaría muy mal parada. Simplemente no están acostumbrados a escuchar la verdad, a que les digan que son los responsables del derroche sin límites, de las veleidades sin control y de camuflar la vocación de servicio público en la ambición desmedida por tener coche oficial. Dejémonos de monsergas, la crisis tiene su origen en la avaricia. Y en la política, lo que sobra es codicia.

viernes, 18 de junio de 2010

Pau I El Grande


Dwight Howard, los Celtics, Perkins o lo que sea. Pau Gasol es capaz de salir a la cancha y demostrar que si alguien le dice que no es capaz de hacer algo lo hará. Sin misericordia. Ya es un jugador de leyenda. Tres años en los Lakers, tres finales y dos anillos de la NBA. Pero el último es el que mejor sabor de boca deja. Desde su llegada al equipo de Los Ángeles, las cosas han cambiado mucho. Su perseverancia, su inteligencia, su fuerza interior y su inconmensurable talento han sido determinantes para que los Lakers engrandezcan su mito. La estrella Kobe Bryant amagaba con marcharse y desde que Pau desembarcó forman un tándem invencible. Ganar en el séptimo partido en casa a un rival de leyenda sólo está en las manos de los privilegiados. A partir de ahora, cuando regresen los Celtics al Staples Center, recordarán que por culpa de Pau I El Grande no pudieron recuperar los 100 dólares de cada jugador que Doc Rivers escondió en el vestuario angelino allá por febrero para motivarles. Los recuperarían si ganaban la final, pero no contaban con Gasol.

Fierabrás


La celebración del solsticio de verano es tan antiguo como la manía de la humanidad de tratar de convertir los deseos en realidad. Pero el solsticio tiene razón de ser, se puede demostrar científicamente, mientras que la multiplicación de los panes y los peces es un milagro. Una vez más, fe y razón frente a frente. Pero no se asusten, no voy a suscitar debates teológicos profundos, simplemente me llama la atención la facilidad con la que todo quisqui es capaz de decir “vamos a ganar”. Algo así sucede con el Mundial de fútbol de Sudáfrica donde cualquiera es capaz de hacer un pronóstico con la misma efectividad que un charlatán vende el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura a cualquier incauto despistado y dejarse unos eurillos en una apuesta. La cosa es que estos días, a cuenta de los partidos de ese invento progresista llamado La Roja, aquí hasta el apuntador es capaz de hacer un pronóstico, con goleadores y todo, y apostar. Este festín futbolero de Sudáfrica es un todo a cien para los ludópatas de las ilusiones, un banquete para los videntes aficionados. Aquí, la euforia se desata sin razón alguna porque sacamos el budista que llevamos dentro, con esa soflama espiritual que proclama que si hacemos buenas cosas, recibiremos cosas buenas. Todo paz, amor y buen rollito hasta que llega el frenesí de la primera en la frente y nos quejamos del dichoso estruendo de la vuvuleza y el caprichoso bote del balón Jabulani, lo que nos lleva al paisaje común de los españoles: la envidia. Al menos, estas dos palabras junto al innombrable volcán islandés (Eyjafjallajökull) forman parte ya de nuestro vocabulario sin necesidad de ir a clase. Con el volcán y el balón poco puedo hacer, pero para aguantar el dichoso ruido de ese instrumento el mejor remedio es ponerme un tapón en los oídos o bajar el volumen de la televisión. Los tapones son ese bálsamo de Fierabrás, con el que alguno seguro que está haciendo su agosto en Sudáfrica, de la misma manera que las casas de apuestas están haciendo el suyo a costa de un negocio que campa a sus anchas en este país. Como casi todo.

lunes, 14 de junio de 2010

Otro lunes


Definitivamente he perdido la confianza en los lunes. Y si amanece nublado, con amenazantes nubes de lluvia en junio, más aún. Ya no es cuestión de que no me gusten los lunes y que en el radiocassete me revienten los tímpanos con ese tema de Bob Geldof y sus The Boomtown Rats como acto de rebeldía juvenil ante la idea de volver a clase tras el fin de semana. Perder la confianza en el primer día de la semana es el primer paso, lo siguiente será la fe. Ya no hay lunes sin sobresalto. Un lunes nos levantamos con la noticia de que soldados de uno de los mejores ejércitos del mundo toman en alta mar, a sangre y fuego, una flotilla de barcos con Gaza como destino. En vez de pegar un zambombazo al timón y dejar al pairo los barcos, estos marines del pueblo elegido optan por el ratatatatatata de las metrallelas y la acción de combate mientras su país se pone al mundo por montera. Otro lunes la europea más poderosa nos advierte que lo de vivir por encima de nuestras posibilidades se ha acabado. Si no fuera porque es Ángela Merkel la que lo dice, y no cualquiera de esos tertulianos que rinden pleitesía a sus intereses editoriales, no me queda más remedio que tomármelo en serio. Y si en Alemania anuncian este recorte… ¡Cómo estaremos aquí! Y lo malo es que acaba de empezar otra semana. Otro lunes y con la misma música, con el único aliciente de una reforma laboral que se aprobará por decretazo, pero de la que se habla más por facilitar el despido que por aumentar la productividad laboral. Otro dichoso lunes al sol sin nada que hacer para muchos. Mientras que para más de cuatro millones de españoles no hay casi esperanza, la orquesta del Titanic sigue tocando, pero ya no lo hace para los viajeros, ni siquiera para adormecer las conciencias. Algunos creían que el barco en el que vivimos no se hundiría nunca. Por eso creo que los músicos de esa orquesta no tienen miedo, sólo tocan para aliviar el dolor. Y ya puestos, si todavía se admiten peticiones del público antes de que el barco se incline más, les pediría el I dont’t like mondays, y con ritmo de habanera si es posible.