domingo, 8 de febrero de 2009
Dossieres
Lo tengo claro. Si dependiera de mí llamaría a declarar al Vitaminas en la comisión de investigación sobre la supuesta trama de espionaje en la Comunidad de Madrid. Lo malo que el Vitaminas falleció cuando era un niño, aunque dejó todos sus dossieres de espionaje a su amigo Juan José Millás. Así lo confiesa el escritor en esa profunda y magnífica autobiografía novelada titulada El Mundo. El Vitaminas era probablemente uno de los espías más jóvenes de Madrid y desde la puerta de la tienda de ultramarinos de su padre en el barrio de Prosperidad elaboraba concienzudos dossieres de los vecinos de su calle con el objetivo de descubrir comunistas. Sin juicios de valor, sólo hechos objetivos, con horas de entrada y de salida de fulano y mengano, y colores de camisas. Vamos, algo así como los supuestos informes de seguimiento al vicealcalde Manuel Cobo, el ex consejero de Justicia Alfredo Prada o el vicepresidente Ignacio Gonzalez, que al parecer se han hecho y ahora habrá que justificar. Como los actos humanos, al fin y al cabo. Del pescadero, al carbonero, pasando por el hijo de la panadera, todos estaban reflejados en esos informes que pasaba a su padre, ya que según confesó a su amigo, el preadolescente Millás, su progenitor pertenecía a la Interpol. Una pena que el Vitaminas no esté vivo, pero al menos el escritor siguió haciendo aquella labor clandestina tras la muerte de su amigo a cambio de diez céntimos que el padre de su amigo le daba cada semana y que elaboraba con la idea de conquistar a la hermana. Y es que de la misma manera que Millás lleva la niebla de la calle de su adolescencia allá donde va y además la comparte con los lectores en su riqueza narrativa, en la comisión de investigación mucho me temo que no va a haber fenómeno meteorológico alguno. O tal vez, rayos. Si al menos Telemadrid lo emitiera como reality en horario de máxima audiencia, eso que los cursis llaman prime-time, con sorteos de coches incluidos a través de llamadas de teléfono y SMS, la audiencia lo agradecería. Basta recordar el verano de la comisión del Tamayazo y cómo nos tuvo pegados al televisor. Pero entonces como ahora, mucho me temo que lo único que vamos a escuchar es “yo no he sido, no sé nada, es la primera vez que vengo”. ¡Que declare también Bart Simpson! Los audímetros reventarán.
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