jueves, 27 de marzo de 2008

Cuando los vicios ocultos salen de paseo

La ingenuidad carece de límites en los hombres de la misma manera que la imaginación del ser humano de cintura para abajo es casi infinita. Siendo el hombre un lobo para el hombre no es de extrañar que por ese afán de supervivencia y de dominación la prostitución sea una de las mayores hipocresías de la sociedad y al mismo tiempo una lacra para muchas mujeres. Muchos niegan sus vicios inconfesables y también hay respetables padres de familia que recurren a los servicios de las meretrices para encontrar, tal vez, lo que no encuentran en casa. Pretender acabar con la prostitución es una quimera porque en cualquiera de sus formas nunca va a dejar de existir, pero si la prostitución se regulara se reduciría la explotación sexual de la mujer. Que los putis de toda la vida tengan sus papeles en regla es un paso y que se persiga la explotación, otro. Eso sí, cada uno con su cuerpo que haga lo que quiera.

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