Bartolomé González fue el sábado un hombre feliz y razones no le faltaban para ello. Toda la cúspide del PP se dio cita en Alcalá y se codeó entre los grandes, incluido el fichaje estrella, el ex presidente de Endesa, Manuel Pizarro. Y es que Pizarro, tan acostumbrado a los consejos de administración, tan anónimos y muchas veces elitistas, parece que le va cogiendo gusto a codearse entre la gente y devolver sonrisas y saludos cuando sus simpatizantes y militantes le aclaman.
En ese clima de euforia, y con la presencia de toda la plana mayor del partido, el grito electoral de ‘Bartolo, Bartolo’, que se hizo tan popular en las pasadas elecciones municipales calentó el pabellón de El Val a modo de talismán, más que necesario para un partido que se mueve en las distancias cortas, según las últimas encuestas, con su gran opositor en las urnas, el PSOE, que no es otro que el de “los eslóganes y los logotipos”, que diría la lideresa del PP en Madrid, Esperanza Aguirre . En un ambiente entregado, con abundancia de rubias y pantalones de pinzas, y una audiencia deseosa de escuchar lo que habían ido a oír, el mensaje de los líderes populares contra una política de gobierno que “niega los problemas y se mete en líos”, Bartolomé González era el mejor ejemplo de la satisfacción personal y del reconocimiento de su partido. En definitiva, un hombre casi más feliz que James Stewart en Qué bello es vivir escuchando las campanas del árbol de Navidad. Porque el acto del PP celebrado en Alcalá, precisamente “en Alcalá para toda España”, cargado de alusiones a valores y principios, fue uno de los más importantes de los organizados por el principal partido de la oposición en la precampaña. Y para la ocasión, el respetable puso las apostillas desde las gradas de El Val. Por faltar, no faltaron ni cánticos tan típicos como el futbolero “¡A por ellos!”, alusiones personales a Zapatero (“¡Es un masón, su padre lo era!”), el de “titiriteros”, cuando Rajoy aseguró que quitará el canon digital, o un “que Dios te oiga” sobre el cambio de gobierno. Y es que la fe, redondeada con los últimos datos de la economía llegó a El Val.
Mientras, Alberto Ruiz-Gallardón, que tampoco asistió a esta cita, tal vez para expiar sus culpas o para no distraer la atención mediática, el líder popular aprovechó para presentar “su libro”, en alusión al recientemente fallecido Francisco Umbral, y lo hizo con los pies en la tierra, más bien cerca del Gurugú y del Henares , tal vez porque como buen gallego sabe que no quiere ser “el gallego en la luna” que dice una canción popular. Y es que la luna cobró un gran protagonismo en el discurso de Rajoy, que criticó ferozmente la política de José Luis Rodríguez Zapatero, y propuso la recuperación de los grandes acuerdos nacionales o la economía “como prioridad básica”.
Sólo faltó a este acto, para que ya fuera más redondo, la presencia de Merkel y Sarkozy, con Bruni, (mejor con ella que sin ella, por eso del glamour), aunque sus políticas estuvieran presentes en El Val, al menos en las palabras de Rajoy. Ahora que parece que el resultado de las elecciones es cuestión de fe y la retranca gallega del líder de la oposición también lo pone de manifiesto, nada como estar bien acompañado, y Rajoy lo está. El 9-M Dios dirá.
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