martes, 26 de febrero de 2008
cara a cara sin apagón analógico
Los más de trece millones de telespectadores que siguieron por la pequeña pantalla, ahora de plasma y con LCD, el debate entre Zapatero y Rajoy marcaron un récord en la televisión en España. Sin embargo, en el esperado encuentro entre el ying y el yang, el caos y la España fantástica, y dos modelos tan opuestos como la barba de uno y las cejas de otro, nadie esperaba que en pleno siglo XXI un cara a cara, con audiencia millonaria garantizada, tuviera reminiscencias al blanco y negro de la TVE del Paseo de la Habana. Menos aún, en puertas del apagón analógico. El presentador, Manuel Campo Vidal, que por muy presidente de la Academia de la Televisión que sea nos transportó por momentos en la máquina del tiempo, en una puesta en escena en la que eché de menos los decorados de Valerio Lazarov, y si me apuran hasta la coreografía del Ballet Zoom entre sombras. El realizador fue Fernando Navarrete, un maestro de la televisión, pero después de haber hablado de tantas cámaras, temperatura del estudio o tiempos cronometrados por auxiliares de la Federación Española de Baloncesto el formato, títulos de crédito incluidos, estuvo más cerca de los años gloriosos del Un, dos, tres... responda otra vez, los del recordado Kiko Ledgar, que del “Está pasando, lo estamos contando”, propio de la CNN de Ted Turner. Y es que el paso del tiempo no perdona, ni siquiera a los grandes comunicadores como Campo Vidal, que con un formato encorsetado hasta más no poder sus esfuerzos didácticos le jugaron una mala pasada. Pese a que Rajoy se preocupó por los problemas “una niña que nazca en España" y de la subida de la cesta de la compra entre otras cuestiones, las referencias al pasado de Zapatero propiciaron que me sintiera en el salón de la familia Alcántara. Tal vez por eso, hasta el “Buenas noches y buena suerte” de ZP me sonó a ochentera despedida de un telediario sin privadas.
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