Placa en memoria de Cervantes en el Convento de las Trinitarias |
Nunca puse en duda que
los restos de Miguel de Cervantes estuvieran en el convento de las
Trinitarias, aunque siempre me pregunté la razón por la cual no se
le daba más cancha a un sitio así. Ni siquiera se había intentado
demostrar científicamente que entre esos huesos estaban las evidencias de la batalla de Lepanto en forma de mano izquierda atrofiada. Lo que
en otros países ya se habría hecho hace tiempo, aquí ni se
planteaba. Al menos, esos sucedía hasta hace poco. Hace una semana
me levanté convencido de que el denominado Proyecto Cervantes
iba a acabar con esa incertidumbre, anunciando a bombo y platillo que
habían encontrado los restos del insigne escritor. Pero no fue así,
o tal vez si… "Hay muchas coincidencias, y ninguna discrepancia”,
explicaba Francisco Etxeberria, uno de los antropólogos más
prestigiosos del mundo. Poca cosa para tanta expectación, y mucho
menos de lo esperado después de que algunos medios digitales
llegaran a publicar antes de esa extraña rueda de prensa, en la que
el equipo de investigación hizo públicas sus conclusiones, que se
habían encontrado los restos de Cervantes.
No deja de ser
rocambolesco que una filtración ensombrezca un arduo trabajo de
investigación. Ignoro a qué intereses respondía esta filtración,
si su origen está en el propio equipo de investigación o en las
ansias en convertir las Trinitarias en centro de turismo fúnebre
como sucede con Shakespeare y Stratford-upon-Avon. Pero mientras en
la rueda de prensa se hablaba de cosas tales como reducción de
huesos en el suelo de la cripta de un grupo de quince personas y de
expresiones enrevesadas, nadie dijo lo que se quería o, al menos, lo
que esperaba.
Parece mentira que del
padre de las letras españolas, el autor del célebre Quijote
y que da nombre al premio literario más importante en español sólo
exista una conclusión así sobre el lugar en el que reposan sus
restos: los hechos históricos conocidos coinciden con los hallazgos
antropológicos y arqueológicos. Miguel de Cervantes se merecía
algo más. El Proyecto Cervantes es el único que ha tratado
de poner luz en un asunto que debería ser una prioridad para las
autoridades culturales españolas.
Mientras tanto, en las
Trinitarias vuelve a lucir el sol, cuando las nubes no lo impiden, y
el manco de Lepanto sigue descansando allí, como lo hace desde hace
400 años, pero sin que el ADN lo demuestre. Su tranquilidad sólo se
ve interrumpida, por lo visto, por un eclipse cervantino.