martes, 12 de marzo de 2013

Almodóvar&Boyero. Los amantes pasajeros




Lo tengo claro. El mismo interés que me despierta siempre un estreno de Pedro Almodóvar es directamente proporcional a la expectación que me genera la crítica sanguinolenta de Carlos Boyero. Está en el ADN de lo español. El director manchego y el mordaz crítico cinematográfico han unido sus destinos. Uno cava y saca la tierra hacia arriba y el otro trata de tirarla del montón hacia abajo para tapar el agujero. Tengo tal descoloque que incluso ya no sé quién es quién. Tanto uno como otro parecen ya condenados a existir como una unidad de destino. Son enemigos irreconciliables, pero necesarios. Forman parte del espectáculo. Está claro que entre ambos no hay sintonía. La mezcla del universo almodovariano con el demoledor sarcasmo del crítico revela algo tan nuestro como la envidia y la mala leche. Sea como sea, la recaudación no deja lugar a dudas con Los amantes pasajeros, título del último filme del manchego.Consigue en la taquilla lo que la crítica no le da. Puede que la cinta ofrezca momentos tan zafios que a su lado el humor rijoso del casposo cine español de pis-caca-culo-pedo, de pasado tan reciente, se quede pequeño. Pero la película también tiene escenas tan brillantes como la publicitada y desternillante coregrafía de las tres locas azafatas al ritmo de I’m so excited, así como diálogos ingeniosos de pata negra manchega que ya figuran en el vocabulario de muchos que usan las frases de las películas de Almodóvar a las primeras de cambio. Cierto que la cinta da poco más de sí, tampoco tiene más pretensiones salvo demostrar que España es un inmenso patio de vecinos. Ahora, si alguien quiere compararla con algunas de las grandes comedias de la historia del cine, mejor que se quede en casa. Y aunque me aburrió, ya espero con ganas su próxima cinta, simplemente porque Almodóvar es Almodóvar, como Woody Allen es Woody Allen o Quentin Tarantino es Quentin Tarantino. Pasaré por taquilla, con el 21% de IVA incluido si nadie remedia antes ese desvarío impositivo. Pero por supuesto, también leeré al genuino Boyero. Su crítica no defraudará. Será porque, en realidad, para amantes pasajeros nada como viajar con Almodóvar y Boyero, ya sea en clase business, en chicken class o de polizón

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