martes, 27 de marzo de 2012

Materialismo


Hace unos días que el hispanista británico que probablemente mejor habla gallego, John Rutherford, recibía el título de doctor honoris causa de la Universidad de La Coruña.  Rutherford, que ha traducido a la lengua de Shakespeare El Quijote o La Regenta, no sólo es un tipo afable, culto y consecuente con su modo de vida y lo que dice. Es un humanista en el más amplio sentido de la palabra, capaz de superar la visión más materialista de la existencia. Hoy viene a esta columna porque personas de su talento se merecen que se hable de ellos, que se les haga un hueco. Porque apenas ocupan espacios en los medios de comunicación y porque su sabiduría bebe de las mismas aguas que, seguramente, inspiraron a Cervantes para narrar las aventuras del caballero de la triste figura. Que Rutherford critique la ética materialista de nuestros días y reclame que “tenemos que ser personas y no consumidores” suena a música celestial. Palabra y diagnóstico de doctor. Aunque doctor o no, persona por encima de todo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La lluvia

Las endorfinas tienen mucho que ver con la primavera. Y las lluvias y nevadas de estos días son como unas potentes endorfinas de optimismo tras la larga noche de la crisis. Por eso, si hay que celebrar algo estos días es el chute de optimismo que nos ha inoculado Christine Lagarde, la presidenta del Fondo Monetario Internacional. Tras acostumbrarnos al mal cuerpo que nos dejaban los batacazos del Ibex 35, la espada de Damocles que rozaba nuestras cabezas a cuenta de la prima de riesgo, las astracanadas que simbolizan los aeropuertos para paseantes y sin aviones o tantas sandeces sin fronteras que escuchamos a diario las lluvias de la primavera nos permiten soñar.  Entre tanto erial, Lagarde se ha desmarcado de la atonía general y por primera vez, alguien de peso ve  indicios sobre la recuperación económica mundial. Igual que las lluvias pueden acabar con la sequía, el agua del cielo me permite soñar con un futuro mejor. Ese futuro no será nunca como el pasado. Pero ya saben, los sueños, sueños son.